En casi todos los países del mundo la segunda ola ha sido más grande que la primera. En unos es el doble de casos, en otros el triple; en Europa y en Estados Unidos fue unas diez veces más grande. Hasta ahora la excepción han sido los países centroamericanos, y en el caso de Guatemala y El Salvador, la segunda ola aún parece menor que la primera.
En los últimos días se ha notado que el crecimiento de casos se ha detenido, una tendencia que se tendría que confirmar con una semana más de datos. El ritmo de contagio ha descendido y es notorio en el reporte diario del ministerio de salud, aunque no lo es aún en la ocupación hospitalaria. Ésta tarda unas semanas más en descender. El número de pruebas ha aumentado y el porcentaje de positividad ha bajado, así que los indicadores adicionales se ven bien, lo que indica que podría ser sostenible esta tendencia.
Guatemala es como un restaurante que tiene 300 mesas pero sólo 3 estacionamientos, por lo que colapsa rápido, no porque sea incapaz de atender a más comensales sino porque no hay suficientes parqueos. Algo similar nos sucede en la segunda ola: los casos son bajos, pero la ocupación hospitalaria es alta, porque tenemos pocas camas de hospital.
Observa la gráfica que publiqué. En ella se muestran los casos nuevos diarios por cada millón de habitantes de la región. Deje la línea de casos de Guatemala en azul, para resaltarla, y la del resto de países de latinoamérica en gris. Notarás que la segunda ola es la más baja de la región, y por mucho. Lo que esta sucediendo estos días en Guatemala es un fenómeno.
Hemos aprendido a vivir con el virus, a movilízanos, a trabajar o emprender y a consumir, respetando el distanciamiento social. También parece evidente que no ha entrado la nueva cepa del virus. Puede ser que el temor de no tener un sistema de salud robusto persuada a muchos a cuidarse. Pueden ser otras razones. Pero si esta tendencia se mantiene, y aún falta confirmar que se mantendrá, la OMS debería comenzar a enviar TorTrix y Shukos a los demás países, y enseñarles a comer tortilla de comal y frijoles volteados, porque lo que estamos viendo es único.
¡Dios ha sido bueno!
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